LA LEYENDA ARTURICA

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Arturo y sus caballeros

La leyenda artúrica está enraizada en la tradición céltica pero no alcanzó su prodigiosa popularidad hasta que pasó a ser tema dominante en la literatura medieval del continente europeo, en primer lugar en Francia. Las versiones inglesas y galesas derivaron o recibieron la influencia del francés.

El principal vínculo entre la poesía y la prosa célticas y la leyenda artúrica en la literatura europea es La historia de los reyes de Inglaterra, escrita a mediados del siglo XII por Geoffrey de Monmouth, y si bien pudo basarse en auténticas tradiciones galesas, no cabe duda de que los materiales bíblicos y clásicos constituyen una parte importante de su historia legendaria.

No obstante, Arturo era una figura conocida en la tradición galesa al menos desde el siglo VIII. En una de las primeras referencias, la de Nennio en su historia de los britanos, Arturo aparece como jefe guerrero que defiende su país contra los invasores sajones. Su nombre deriva incuestionablemente de Artorius, nombre latino muy conocido, pues se trata del título de un clan romano, el de la gens Artoria, y existen testimonios de que un romano del siglo II llamado Artorius vivió en Britania. Por consiguiente, el nombre de Arturo debió pasar a las lenguas célticas de Britania durante la ocupación romana, al igual que otros nombres latinos.

Sin embargo, la mayoría de los relatos artúricos sitúan a Arturo en un contexto de folclore y mitos. En el poema El botín de Annwfh, en antiguo gales, Arturo va al Otro Mundo con el fin de llevarse la caldera mágica del reino de los muertos, que es asimismo la Ciudad del Alborozo, que contiene vino espumoso. Arturo se enfrenta a enemigos monstruosos, gigantes o animales mágicos, y en algunos textos del siglo XII es el monarca de un reino subterráneo. En la tradición topográfica de la época moderna aparece él mismo como un gigante.

Todos estos relatos presentan numerosos paralelismos con los de Finn (que también aparece como un gigante, sobre todo en la tradición folclórica) y sus seguidores (véanse pp. 184-185), y cabe la posibilidad de que los dos ciclos se basen en una fuente céltica común de tradición mitológica.

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