EUROPA SEPTENTRIONAL

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Los pueblos de habla germánica ocuparon en principio la región de Europa comprendida entre el Rin, el Danubio y el Vístula, agrupados en diversas tribus encabezadas por reyes y jefes guerreros. Con el declive del poder de Roma se expandieron en múltiples direcciones y se asentaron en el sur de Noruega y Suecia y en el sur y este de Inglaterra. Otras tribus avanzaron hacia oriente, hasta el sur de Rusia, y hacia el sur, hasta Italia, España y el norte de África, pero estas invasiones no desembocaron en asentamientos duraderos. El cristianismo llegó en época relativamente temprana a la Inglaterra anglosajona y al continente europeo, pero en Dinamarca, Suecia y Noruega se conservó la antigua religión, que se trasladó a Islandia cuando los escandinavos crearon un «estado libre» en la región. El cristianismo no se estableció en el norte hasta el siglo XI, y existen numerosos testimonios de su presencia en épocas anteriores en Islandia, donde se desarrolló la erudición tras la conversión y surgió un gran interés por el pasado escandinavo. El actual conocimiento de los mitos procede fundamentalmente de la literatura medieval del norte de Escandinavia, sobre todo de Islandia en las postrimerías de la época vikinga.

Los mitos germánicos hablan del conflicto entre dioses y monstruos: los dioses instituyeron el orden, la ley, las riquezas, el arte y la sabiduría en los reinos divino y humano, mientras que los monstruos y los gigantes del hielo suponían una continua amenaza para tal estado de cosas, empeñados como estaban en restablecer el caos. En estos relatos aparecen personajes vigorosos e inquietos, acostumbrados a la guerra, la inseguridad y el mal tiempo, guerreros que han llegado lejos en sus incursiones y que han peleado entre sí para apoderarse de nuevas tierras. Los escandinavos de la época vikinga continuaron esta tradición y recorrieron los mares en busca de riqueza y fama. El pueblo acudió a los Aesir y los Vanir, deidades del cielo y de la tierra, para que preservaran la ley y el orden y procurasen la fertilidad. Los dioses garantizaban asimismo el conocimiento del pasado y del futuro, la inspiración en la poesía y la oratoria, el apoyo a los reyes y la victoria en la guerra y, tras la muerte, la acogida en el reino de los antepasados.

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