MUNDOS ESPIRITUALES

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El universo transformado

Las vastas extensiones de la cuenca amazónica acogen una extraordinaria variedad de sociedades amerindias que, si bien con una tecnología sencilla, poseen unos sistemas sociales, económicos, rituales y míticos que demuestran una profunda comprensión de su entorno, además de ofrecer explicaciones muy sofisticadas sobre la humanidad y su modo de vida. Aunque todas dependen de la caza, la recolección, la pesca y la horticultura, estas sociedades no tienen creencias ni deidades en común, pero sus mitos locales demuestran una unidad y coherencia subyacentes, pues la mitología de un grupo parece haber evolucionado a partir de la de otro grupo, a modo de ilustración de unas preocupaciones comunes tratadas con una lógica también común.

Para la mente occidental, el universo amerindio es un mundo «mágico», definido en parte por los actos caprichosos de espíritus poderosos y ambivalentes y en parte por las actividades del chamán, que ejerce el papel de intercesor entre ellos y la sociedad en la que vive. En esta concepción del universo, en la que las personas se transforman en animales y viceversa, las fronteras entre lo humano y lo animal, lo natural y lo sobrenatural no son sólo permeables, sino que están sujetas a una continua reinterpretación.

Las tribus de las selvas tropicales tienen complicados ritos de pubertad, fertilidad y funerarios, y los de iniciación masculina pueden resultar dolorosos: en las Guayanas, por ejemplo, se somete a los muchachos a las picaduras de hormigas venenosas y de avispones. En algunas sociedades, a las muchachas se les arranca todo el pelo, que al volver a crecer simboliza la entrada en la edad adulta.

Los mitos amerindios reflejan un mundo de transformaciones en el que la vida es el resultado de una mezcla controlada de categorías de seres recíprocamente hostiles y peligrosos: hombres y mujeres, familiares por consanguinidad y parientes políticos, jaguares y seres humanos. En tiempos primordiales, el orden del mundo estaba invertido y eran los hombres quienes menstruaban y los jaguares los que poseían el fuego y cazaban con arcos y flechas. Los mitos cuentan cómo cambiaron estas primeras relaciones y cómo se estableció el orden actual. Pata lograr la supervivencia de la sociedad y evitar el desorden y, en dirima instancia, la catástrofe, hubo que aceptar las normas de conducta social y la observancia ritual, tal y como fueron establecidas por los antepasados míticos.

Las casas ceremoniales de los habitantes de las selvas tropicales poseen un estructura con un profundo simbolismo: muchas están concebidas como microcosmos de los universos sociales y cósmicos de las tribus. Las rotondas de los yekuanas de Venezuela, por ejemplo, imitan la estructura primordial construida por una encarnación del dios del sol, Uanadi. Los detalles arquitectónicos reflejan rasgos de la esfera celeste y de la geografía mítica. El poste central (coronado por un pájaro carpintero de cresta carmesí, forma animal de la encarnación de Uanadi) vincula simbólicamente el inframundo de las almas perdidas con la tierra intermedia de los hombres y la cúpula de los cielos; las dos vigas transversales están orientadas hacia el norte y el sur para reflejar la aparición de la Vía Láctea en el cielo nocturno, y la entrada principal hacia el este, permitiendo que el sol equinoccial ascendente ilumine el poste central.

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