Traducción de escritura cuneiforme

El conocimiento de la escritura cuneiforme estuvo perdido hasta que en 1835, Henry Rawlinson, un oficial de ejército británico, descubre las inscripciones de Behistun, a una centena de kilómetros de Hamadan (antigua Ecbatana) en Persia, grabadas en una enorme roca de unos 500 metros de altura y a 100 metros del suelo en la que el rey Darío había hecho escribir en las tres lenguas oficiales de su imperio, Persa antiguo, babilonio y elamita, sus triunfos, proezas y gloria. Este hallazgo mostraba de un golpe casi 400 líneas de escritura en cada lengua. Luego de traducir el persa antiguo, Rawlinson, comenzó descifrar las otras. Este proceso fue similar al que descifró los jeroglíficos egipcios a partir de la piedra Rosetta1.

El uso del Arameo se extendió bajo el Imperio Asirio y el alfabeto arameo fue reemplazando gradualmente el cuneiforme.

Los ugaríticos empleaban los caracteres cuneiformes babilónicos en textos historiográficos y en la correspondencia oficial, pero inventaron un sistema alfabético, también escrito sobre tablillas de arcilla, para sus composiciones rituales y mitológicas. Ugarit quedó destruida en el siglo XIII a. C. Muchos de los dioses de la mitología ugarítica eran dioses atmosféricos y estaban relacionados con la lluvia, de gran importancia para la agricultura del Creciente Fértil, que era tan dependiente de las precipitaciones naturales.

Muchos de los mitos ugaríticos son conocidos a partir de tablillas descubiertas en las ruinas de la residencia de un sacerdote de la ciudad. Los textos escritos en el sistema alfabético ugarítico plantean aún considerables problemas en lo relativo a vocabulario, sintaxis y gramática. Es controvertida incluso la secuencia de las tablillas, y siguen apareciendo nuevas traducciones y ediciones que reemplazan versiones anteriores.

Las principales deidades que figuraban en los mitos de Ugarit eran el dios creador El; su hijo Baal -dios de las tormentas-, que se creía habitaba en el monte Safon, la cumbre que domina la ciudad; y las diosas Astarté y Anat, deidad de la guerra y el amor carnal, equiparable a Ishtar.