Descenso de Inanna al inframundo

Inanna, reina del cielo y de la tierra, decide bajar al inframundo. Consciente del peligro que implica dicha empresa, incluso para una diosa tan poderosa como ella, prevé todas las posibles contingencias. No sólo se coloca todas sus insignias reales y sus amuletos mágicos, sino que da instrucciones a su visir, Ninshubur, sobre cómo actuar en una situación crítica.

A las puertas del inframundo, Inanna pide ser recibida para organizar el funeral de su cuñado.

Cuando el vigilante de la puerta pone en conocimiento de su señora, Ereshkigal, hermana de Inanna y diosa del inframundo, esta petición, ésta monta en cólera y dispone que cierren con llave las siete puertas. Junto a cada una de estas puertas, Inanna tiene que despojarse de una de sus insignias reales. Desnuda e indefensa, comparece ante Ereshkigal, y sus intentos desesperados de apoderarse del trono quedan rápidamente frustrados. Los jueces del inframundo, reunidos en asamblea, la condenan a muerte, y su cuerpo colgará de un gancho sujeto a una pared.

Cuando, pasado el tiempo convenido, Inanna no regresa, Ninshubur sigue al pie de la letra sus instrucciones. Empieza a hacer lamentaciones y apela a otros dioses para que la ayuden a liberar a Inanna. Tanto Enlil como Nannar se niegan a ello, alegando que la ambición incontenible de Inanna la ha llevado a la situación en que se halla.

Sólo Enki está dispuesto a ayudar. De la mugre de sus uñas forma dos seres (sus nombres reflejan los de oficiantes de cultos o transvestidos relacionados con los rituales de Inanna). Consiguen ser recibidos por Ereshkigal fingiendo sentir conmiseración por sus sufrimientos.

Adulada por tales atenciones, Ereshkigal ofrece una recompensa e, instruidos por Enki, piden el cuerpo de Inanna, que rocían con el Agua de la Vida que les dio Enki. No obstante, los jueces del inframundo exigen que ella aporte a alguien que la pueda suplir. Una hueste de demonios la acompaña en su camino de regreso, al tiempo que se detiene junto a cada puerta para ponerse de nuevo sus insignias. Al salir del inframundo, se encuentra con Ninshubur. Cuando los demonios intentan retenerla, Inanna se niega, y no permite que éstos se lleven a otros dioses de Uruk que habían guardado duelo por ella. Pero al ver a su esposo Dumuzi ataviado con ropas suntuosas y sobre un espléndido trono, lo señala encolerizada y afirma que él es quien debe morir en su lugar, en castigo a su deslealtad. Al final, la hermana de Dumuzi, Geshtinanna, comparte su sino, de manera que cada uno de ellos pasará medio año en el inframundo y el otro medio sobre la tierra.