Cuando fue creado el mundo

Enki y Ninmah nacieron en las primeras generaciones de dioses, cada deidad cumplía una tarea en la labor de mantenimiento del país, especialmente en lo relativo a la irrigación; algunos dioses eran portadores de cestos y otros actuaban como supervisores. La dura labor daba pie a quejas y demandas, que Enki, en su sabiduría, siempre solucionaba de forma óptima.

Un día, su madre, Nammu, lo despierta de su sueño en las profundidades acuáticas, conocidas como el Apsu, y le cuenta su plan de crear a los seres humanos. El delega la tarea en Nammu, indicándole que los forme con arcilla fértil del Apsu. Otra diosa, Ninmah, le presta ayuda en esta tarea y le impone a la humanidad el sino del trabajo duro.

Cuando los dioses están festejando en honor de la sabiduría de Enki, éste y Ninmah se exceden bebiendo cerveza y se inicia una competición en la que un dios crea determinados seres y el otro tiene que encontrarles un destino apropiado o una función social concreta. Ninmah forma seis criaturas que presentan algún defecto físico.

Tres de ellas sufren malformaciones genitales, pero Enki los nombra sacerdotes u oficiales. Cuando le corresponde a Enki crear criaturas, el texto se vuelve casi ininteligible, pero un segundo ser resulta inviable, incapaz de mantenerse sentado, caminar o estar de pie por sí solo.

Enfurecida, Ninmah maldice a Enki y lo condena a permanecer para siempre en el Apsu. La desventurada criatura (que quizá deba entenderse como un niño pequeño) tiene que yacer en su regazo.