LA MALDICIÓN DE NAKAA

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Nakaa era el ikawai o mayor de los dioses de uno de los primeros grupos de habitantes de piel oscura de las islas Gilbert. Era el dios creador de ese pueblo. Creó a las personas, tanto hombres como mujeres, pero los dejó vivir separados en su isla de Boutu. Tanto hombres como mujeres tenían un único árbol en sus sectores respectivos.

El árbol de los hombres era tarakai-maiu y el de las mujeres, tarakaimate. Como Nakaa, su dios, los hombres y mujeres eran inmortales. Un día, Nakaa les anunció que se iba de viaje. Para seguir siendo inmortales y vivir para siempre, lo único que tenían que hacer era permanecer separados, los hombres en su parte del país y las mujeres en la suya.

Tanto los hombres como las mujeres sabían de la existencia del otro pero no entendían porqué Nakaa los mantenía separados y no les permitía verse. El viento, que cada tarde soplaba desde el lugar de las mujeres, llevaba el aroma de las tabaa (flores) del árbol femenino a los hombres, y cada vez que esto pasaba, los hombres pensaban en las mujeres y deseaban visitarlas.

Pronto, todos perdieron la cuenta de las lunas y de las estaciones y creyeron que Nakaa no iba a volver. Y el viento, que nunca cesaba de traer el aroma de las tabaa del árbol de las mujeres, siguió tentando a los hombres a aventurarse en el sector femenino. Tras otras varias lunas y estaciones, Nakaa regresó, para sorpresa de todos. Todo el mundo pretendió que nada había pasado.

Un día, Nakaa reunió a su pueblo y dijo: "Me habéis desobedecido y os habéis reunido, a causa de ello vuestro linaje ya no será inmortal, y pronto moriréis todos". La gente negó los hechos, pero Nakaa les dijo: "Es cierto, os habéis visitado y os habéis juntado, pues hay canas en vuestra cabellera, la piel se está arrugando, los dientes se estropean y vuestra salud empeora cada día... Ya no podéis permanecer más tiempo conmigo. Tenéis que partir, pero tendréis que elegir qué árbol os llevaréis con vosotros". Ellos eligieron el de las mujeres, el tarakaimate. Era el pandano.

"Habéis elegido mal, pero vuestro árbol os servirá de mucho. De su madera haréis casas; os dará frutos para comer; sus raíces os curarán cuando estéis enfermos y os proporcionarán gotas de agua cuando estéis en alta mar. Sus hojas os protegerán del sol, viento y lluvia, y cuando muráis y regreséis a mí, vendréis envueltos en esteras hechas con las hojas de pandano..."

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