De no ser por la gracia...

Viendo algo que se movía en la penumbra del jardín, Nasrudín pidió a su mujer que le alcanzara el arco y las flechas. Disparó al objeto, salió para ver de qué se trataba y volvió casi a punto de desmayarse.

—Me salvé por una casualidad. Imagínate. Si hubiera estado dentro de mi camisa que está colgando allí para secarse, habría muerto. La flecha atravesó el corazón.