PERSONALIDAD DE LOS DIOSES ROMANOS

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Los dioses romanos carecen de personalidad propia. Tal y como aparece en La Eneida de Virgilio, Júpiter no posee el carácter tiránico ni los instintos libidinosos de Zeus, ni Venus la sensualidad ni la crueldad de Afrodita.

A diferencia de su equivalente griego, el dios de la guerra Ares, a Marte se le asocia con la agricultura, un reflejo de la preocupación romana por las virtudes cívicas y las responsabilidades comunes. Presenta además un aspecto patriótico como padre de Rómulo, primer rey de Roma. Y los antiguos dioses del hogar, los Lares, eran especialmente oscuros. Sus santuarios, muy frecuentes en las casas, solían decorarse con estatuas o pinturas de figuritas vestidas con una túnica corta acampanada y un cuerno y una vasija para las ofrendas en las manos, pero estas deidades no desempeñaban ninguna función en las narraciones míticas: no se les asignaban nombres individuales e integraban un grupo indiferenciado.

Tampoco existían mitos relacionados con las deidades que personificaban las cualidades humanas, como Fides («fe»), Honos («honor»), Spes («esperanza») y similares. Se trataba de simples cualidades emblemáticas, a las que debían sus nombres.

Además de los dioses del hogar, había otras deidades menores asociadas con diversas actividades humanas. En su ataque al paganismo, san Agustín las consideraba temas especialmente apropiados para la ridiculización. Confeccionó una lista con la ingente cantidad de deidades triviales que supuestamente vigilaban la noche de bodas de una mujer romana: Domidicus (el dios que «encabeza el hogar»), Subigus (el dios que «somete»), Prema (la diosa que «sujeta»), etcétera. Nunca se las representaba con forma humana y no constituían material para la creación de mitos.

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