FORMACIÓN DEL PANTEÓN ROMANO

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En el siglo VI antes de Cristo empezó a formarse el Panteón romano. Y aparecen: Júpiter, dios del cielo y guardián del pueblo ; Marte o Quicios, dios de la guerra; Fauno. el protector de los ganados; Vesta, la diosa del hogar ; Jano, el dios de las dos caras. La identificación de los dioses romanos con las griegos debió de realizarse a fines del siglo cuarto.

Ennio menciona en dos versos los doce dioses principales de Roma:

Estos doce dioses formaron en seguida como un consejo divino (Dii consentes).

Estas influencias helénicas les llegaron a. los romanas antes que directas por medio de otros pueblos, como el etrusco. Las primitivas representaciones del Marte romano son las del Marte etrusco; el Mercurio primitivo romano tiene las mismas alas en la espalda con que se le representaba en Etruria. Y es la vieja Artemisa arcadia ante la que invocaron los primitivos pastores de las siete colinas.

Con los dioses griegos adoptaron los romanos las leyendas griegas y los ritos funerales. El Plutón romano (Dis Pater) estaba representado con una red, en la que recogía a los muertos. Los Sabios velaban por el culto de Marte; las Arvales, por el de la Dea Dia; los Lupercos, por el de Fauno Luperco.

Se dice por varios autores latinos que en los libros oráculos quemados én el incendio del Capitolio el año 82 antes de Cristo se determinaban con precisión los requisitos indispensables para que pudieran ser introducidas en Roma las divinidades.

Los Dióscuros fueron admitidos por el culto oficial el año 488; Apolo, el 430: Esculapio el 290, Cibeles el 204.

Luciano cree que la oposición sistemática del Senado romano a la introducción de los cultos nuevos se debía, más que a intolerancia religiosa, al temor de que las nuevas cofradías encubrieran a Asociaciones políticas. Tales cuidados no sirvieron para el caso.

El helenismo invadió la tosca mitología latina, y también la influenciaron otras religiones orientales. Atis, Isis, Mitra, Osiris, Serapis, Sabazio, Zeus Doliquenos tuvieron infinitos adoradores en todo el poderoso Imperio romano.

Calígula autorizó el culto de Isis en Roma.

Cómmodo se hizo iniciar en los misterios de Mitra. Heliogábalo y la dinastía de los emperadores sirios, desde Septimio Severo, abrieron por completo la puerta a los cultos orientales. Inútilmente pretendieron los emperadores librepensadores, como César y Augusto, auxiliados por escritores de la talla de Virgilio, Horacio y Tito Livio, reanimar, por cuestión de patriotismo, la vieja religión romana, inmune a dichas influencias greco-asiáticas.

Las Décadas de Tito Livio; los Fastos, de Ovidio; el Canto secular, de Horacio, fingieron bastante bien, ya que no una fe perdida en absoluto, cierta piedad patriótica muy estimulante.

La Eneida, epopeya nacional, es un poema religioso. No obstante, el paganismo greco-romano, antes de morir, fue reanimado por la astrología babilónica, la cual hizo olvidar los burdos procedimientos adivinatorios y contribuyó al silencio definitivo de los oráculos.