FETICHISMO EN LA RELIGIÓN ROMANA

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Para los primitivos romanos, el objeto material en que moraba un espíritu era un fetiche. Roma sustituyó los ídolos por los fetiches.

Un pedernal fue la primera representación de Júpiter. Otro fetiche era el famoso Palladium de Roma que guardaban las vestales. Y si hemos de creer a Tito Livio y a Dionisio de Halicarnaso, tuvieron carácter religioso muchos vegetales y muchos animales.

Los primeros samnitas, errantes por Italia, se llamaron Hirpi o Hirpini, es decir, lobos.

El caballo sacrificado en el mes de octubre y él toro blanco inmolado en las Ferias latinas eran sagrados, y sus trozos repartidos como reliquias entre las ciudades del Latium. Y el nombre de algunas familias nobles llamadas Porcii y Fabii explica que se admitía al jabalí y a las habas como los antepasados míticos de los clanes.

Creían los romanos que un objeto cualquiera podía quedar transformado en fetiche por medio de la consecratio, y que un fetiche podía quedar transformado en objeto cualquiera por medio de la Profanatio.

Este culto sucinto y bastante grosero en el que más a intervenía el interés social, quedó definitivamente influenciado por la religión helénica desde los tiempos de los reyes.

TarquinoI elevó en Roma un templo a Júpiter Capitolino, morada de la triada capitolina: Júpiter, Juno y Minerva.