FIN DE LOS DIOSES

Volver a índice mitología germanica

En los Eddas se cuenta que, habiéndose ausentado Odín del Asgard, disgustado por una infidelidad de Freya, y habiéndole sido robada a Thor su clava, el malvado Tryrm, con la complicidad de Loki, ocupó el trono del supremo dios. Habiéndose disfrazado Thor de mujer, consiguió penetrar en el Asgard y asistir a un banquete dado por el coloso Tryrm. Este, encandilado por las miradas resplandecientes de la que creía una mujer, no tuvo inconveniente en enseñarle, muy ufano, la famosa olas va. Al verla, el terrible Thor se apoderó de ellas y, esgrimiéndola con sus potentes manos, revestidas de manoplas de hierro, arrojó del Asgard a Tryrm y a todos los gigantes.

Sin embargo, los dioses no pueden impedir los progresos del mal en el mundo ni el día terrible en que ellos serán derrotadas. Las Normas les han vaticinado que podrán evitar este día mientras viva con ellos Baldes, el más hermoso y bondadoso dios. Freya, se dirige a los cuatro elementos y a todos los seres animados e inanimados, haciéndoles jurar que velarán pos la vida de su amado hijo. Pero Freya se olvida de una humilde plante, el muérdago, y de ésta se vale el perverso Loki para sus fines.

Decididos los dioses a probar la invulnerabilidad de Baldes cada uno de ellos le dispara una flecha; no le hieren. Pero Loki pone un dardo, hecho con una rama de muérdago, en manos del dios ciego Heder. Heder dispara, hiriendo de muerte al hermoso dios. Poco después muere Nanna, esposa de Haldér, consumida por un inmenso dolor.

Desesperada Freya por la muerte de su hijo, se presenta a Hela, diosa de la, muerte, ofreciéndole cuanto desee con tal de que vuelva la vida a Baldar. Hala pide una lágrima de cada criatura. Freya suplica, angustiada, a la creación entera: dioses, hombres, fieras, vegetales, hasta las mismas peñas. La Naturaleza toda llora por Baldes. Unicamente una cruel giganta niega su lágrima; ello basta para que Hela guarde su presa. Los Asas que saben que la giganta es el Propio Loki, se disponen a castigarle. Loki se transforma en salmón; pero Thor le apresa en su red.

Sin embargo, el ocaso de los dioses queda inminente. Loki recobra la libertad. El lobo Feuris devora al sol y a la luna. Los bosques se incendian. El mar se desborda. La tierra cruje y se abre, ahogada por los anillos de la serpiente Iormungandur. La muerte siega las cabezas de los hombres como guadaña implacable que abate la mies. Los enanos enloquecen en sus escondrijos. Surtur, «el Negro», al frente de sus gigantes, invade el Asgard y lo incendia. La tierra se sumerge en el mar. El día se hunde en las tinieblas. Pero...

¿Cuántos milenios después?

Del caos surgirá, luminosa, una nueva tierra paradisiaca. Los campos producirán sin que se los siembre. La pareja predestinada que, alimentándose de rocío, se salvó de la catástrofe, será origen de una Humanidad más pura. Renacerán, inmortales, los dioses, y, presididos por Odín, se reunirán, como siempre, a la sombra del reverdecido Igdrasil para comentar la gloria de Alfadir, el principio absoluto y la verdad de sus oráculos.