TYR Y FENRIR

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Los aesir retuvieron en asgard al lobo fenrir, hijo de loki, para tenerlo vigilado, pero sólo tyr tenía valor suficiente para cuidar de él. Al ver los dioses el enorme tamaño que estaba adquiriendo Fenrir, decidieron atarlo. Llevaron al lobo una enorme cadena de hierro y le sugirieron que pusiera a prueba su fuerza con ella a modo de juego. Fenrir, que no sospechaba nada, les dejó hacer. Cuando estuvo echada la cadena, el lobo se liberó de un mordisco.

Los dioses forjaron rápidamente otra cadena dos veces más fuerte y animaron a Fenrir a intentarlo de nuevo, diciéndole que si se liberaba de ésta sería célebre por su fuerza. A Fenrir le atraía lograr esa celebridad, por lo que permitió que le ataran. Aunque tuvo que luchar un poco más que antes, volvió a liberarse rápidamente.

A los Aesir empezó a preocuparles no poder atar a Fenrir. Entonces recurrieron a los enanos, que hicieron una cadena llamada Gleipnir. Esta era sedosa como un lazo pero estaba formada por seis ingredientes mágicos: una pisada de gato, una barba de mujer, el aliento de un pez, las raíces de una montaña, los nervios de un oso y la saliva de un pájaro. Los Aesir llevaron a Gleipnir a presencia de Fenrir, quien la observó atentamente.

-No creo que gane mucha fama rompiendo esta fina cinta -dijo-, pero si ha sido hecha por artes mágicas, entonces por muy fina y delicada que sea no me la dejaré poner.

Los Aesir dijeron que seguramente rompería la delicada cinta, pues ya había roto pesadas cadenas de hierro:

-Pero si no puedes romper ésta te liberaremos, pues ya no nos parecerás una amenaza.

A lo que replicó Fenrir:

-Si no puedo liberarme yo mismo tendré que esperar mucho a que me liberéis vosotros, de modo que no me interesa el juego. Pero para que no penséis que soy cobarde tomaré parte en él si uno de vosotros pone su mano en mi boca como prueba de buena fe.

Los Aesir se miraron mutuamente y no sabían qué hacer; hasta que Tyr se presentó voluntario para poner su mano en las fauces del lobo. Entonces

Fenrir permitió que le ataran, pero cuanto más tiraba, más le estrechaba la cadena, y no pudo liberarse. Entonces se rieron todos los Aesir; menos Tyr, que perdió la mano.

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