Aquiles

Este término pertenece a la mitología Griega

El más famoso de los héroes griegos. Bisnieto de Júpiter. Nieto de Eaco. Hijo de Peleo, rey de los mirmidones, pueblo de la Pitia, en Tesalia, y de la diosa del Mar (nereida) Tetis. Tetis sumergió a su hijo en la laguna Estigia para hacerle invulnerable, sin cuidarse de humedecer el talón del pie por donde le había cogido, y, por tanto, quedó esta parte de su cuerpo sin la virtud que daban las aguas de la laguna. Aquiles fue educado, juntamente con su leal amigo Patroclo, por el centauro Quirón, que le enseñó la Música, la Medicina y el arte de combatir, infundiéndole vivacidad y fuerza, alimentándole con tuétano de león. Para impedir que marchara a Troya, lugar en el que había de encontrar la muerte, según había declarado el oráculo, Tetis le envió a la corte de Licomedes, rey de la isla de Esciros, vestido de mujer. Pero como aquella ciudad no podía ser tomada sin auxilio de Aquiles, Ulises fue a Esciros disfrazado de mercader y ofreció a las damas de la corte joyas y armas. Todas eligieron joyas, menos Aquiles, que se decidió por las armas. Así descubierto, Tetis tuvo q dejarle marchar, proveyéndole de un escudo fabricado por Vulcano dándole cuatro caballos inmortales. Acompañóle su camarada Patroclo y guiaba su carro su caballerizo Auctomedón. Ante los muros de Troya desplegó Aquiles un valor asombroso. Venció a Telefo, rey de Misia; Cycno, nieto de Neptuno; a Pentesilea, reina de las Amazonas, y a Troilo, hijo de Priamo. Como premio de haber sitiado y tomado la ciudad de Lirnese, en Tróade, obtuvo a Briseida, hija de Briseo, gran sacerdote de Júpiter. A fuerza de respeto y de ternura, Aquiles se hizo amar de su cautiva, pero Agamenón, jefe supremo del ejército, hombre soberbio y caprichoso, abusando de su poder, se la arrebató. Dolido por tal afrenta, Aquiles se negó a combatir, encerrándose en su tienda durante más de un año. Agamenón, reconociendo lo injusto de su proceder, le devolvió a Briseida, acompañada de ricos regalos. Pero era demasiado tarde. Aquiles se negó a aceptarla. Y no valieron los ruegos de los generales ni las reflexiones de Fénix, su viejo preceptor. Y Patroclo, el fiel amigo, se sumó a su actitud. Mientras, las victorias del troyano Héctor tenían descorazonados a los griegos. Al fin, fervientes exhortaciones de Néstor decidieron a Patroclo a volver a su puesto de honor. Aquiles le prestó su coraza, su casco y su espada. A la vista de las armas de Aquiles, los enemigos, espantados, emprendieron la retirada. Patroclo todo lo devasta. Sarpedón, jefe de los troyanos, muerde el polvo. Y éstos se encierran en la ciudad dando alaridos. Compadecido Apolo de los troyanos, envía a Héctor contra Patroclo. Luchan con pasmosa bravura. A su alrededor, helenos y troyanos, soldados y capitanes, se matan sin compasión. En la confusión, Patroclo pierde sus armas y es vencido por Héctor, que le atraviesa con su espada. Ciego de rabia al saber la muerte de su amigo, Aquiles toma sus armas y se lanza al combate. Los troyanos huyen. Sólo Héctor espera a su adversario ante la puerta Escea. Hécuba y Priamo, temerosos por la suerte de su hijo Héctor, le llaman desesperados. No les hace raso el héroe troyano, ni a su esposa Andrómaca. A pie firme, impávido, espera al hijo de Peleo. Entáblase el formidable duelo. Durante largo tiempo la victoria está indecisa. Pero Aquiles se apercibe de que Héctor carece de peto acorazado, y dirigiendo con golpe formidable su lanza, atraviesa el pecho de su enemigo. Inmediatamente le despoja de sus armas, le ata a la cola de su carro y dirige sus corceles inmortales hacia los muros de la ciudad, y por tres veces les da la vuelta. No contento Aquiles, ordenó que no se diera sepultura a Héctor y se le abandonara a la voracidad de los buitres. Pero conmovido por las lágrimas de Príamo, el infeliz padre, arrodillado ante él, consintió que se llevara los restos de su hijo. El cadáver, transportado a la ciudad, fue solemnemente incinerado. Y en torno a la pira, Andrómaca (la esposa), Hécuba (la madre) Y Helena (la hermana) entonaron cantos lúgubres de desesperación. Un año antes de que fuera destruida Troya, se enamoró Aquiles de Polixena, hija de Príamo, pidióla y obtúvola por esposa; pero cuando se arrodillaba ante el altar nupcial, fue herido en el talón vulnerable por una flecha que Páris le disparó, y esta herida le causó la muerte. Los griegos depositaron sus cenizas en el promontorio Sigeo, no lejos de la llanura de Troya, le levantaron un templo y le rindieron honores divinos. Homero llama a Aquiles «el muy semejante a los dioses», «el de los pies ligeros», «el mejor de los aqueos», «el primero de los hombres», «el corazón de león»; y en su Iliada hace una bellísima descripción del famoso escudo de Vulcano que utilizó el héroe. Ya inmortal, Aquiles se casó con Ingenia y vivió entre dioses y héroes. Tuvo templos en Elia, en la isla de Lecica y en Esparta. Son numerosas las obras literarias famosas que se refieren a Aquiles la Iliada, de Homero; la Aquileida, de Estacio ; la Aquileida, de Göethe; el Aquiles en Esciros, de Lucio de Laucival ; el Aquileis, de Mussato; La muerte ele Aquiles, de Hardy; el Aquiles, de La Fontaine; el Aquiles en Esciros, de Metastasios; el Trullo y Cresida, de Shakespeare. Son muy interesantes las referencias aquilianas de la Hécuba, de Eurípides, y de las Metamorfosis, de Ovidio.