LA DERROTA DE RUDRA

En el pasado el mundo estaba gobernado por un tirano de nombre Rudra que sólo pensaba en sí mismo y era la personificación del egoísmo. Habiendo obtenido grandes poderes debido al mal uso de las enseñanzas sagradas, tenía bajo su poder a todos los dioses y demonios mundanos y dominaba 24 grandes ciudades. Ocho de estas ciudades estaban controladas por espíritus del reino de los cielos, otras ocho por criaturas que actuaban en la superficie de la tierra y ocho más por demonios de la oscuridad subterránea.

Hubo un tiempo de grandes temores en que los demonios malignos aullaban día y noche. Llevaban en su manos tridentes afilados y otras armas y vestían sus cuerpos con pieles de hombres y de animales. Estos demonios, adornados con los huesos brillantes de sus víctimas, llevaban sobre la cabeza tiaras en forma de calavera y de sus cuellos colgaban guirnaldas de cabezas cortadas que goteaban sangre. Cuando estaban sedientos se saciaban con sangre humana y por la noche cohabitaban con esposas ajenas.

Al presenciar esta terrible situación sobre la tierra y profundamente conmovidos por los ruegos de la humanidad sufriente, los budas se reunieron en la cima del monte Meru y eligieron de entre ellos al bodhisattva Vajrapani para que sometiera al monstruoso tirano. Habiendo sido herido su cuerpo por Vairocana, su habla por Amitabha, su mente por Akshobhya, sus atributos por Rafnasambhava y sus actos por Amoghasiddhi, el invencible Vajrapani se enfrentó a Rudra en la cima del monte Malaya y lo derrotó. El cuerpo de Rudra fue lanzado desde la montaña con tal fuerza que sus partes descoyuntadas se dispersaron en ocho direcciones, yendo a caer a lugares que posteriormente se hicieron famosos como "los ocho grandes terrenos funerarios".

Con la derrota de su maligno señor, los diversos dioses y demonios que habían estado sometidos a él siguieron bajo el poder de Vajrapani el camino del budismo, y los 24 lugares que habían estado bajo su control se incorporaron al dominio sagrado de los Budas Airados.

Actualmente los devotos tántricos del culto de los Budas Airados llevan en el Tíbet tridentes y adornan con huesos sus ropajes. Proclaman la derrota de Rudra ostentando sus atributos, visitan los lugares sagrados del Himalaya relacionados con este mito y se reúnen para celebrar ritos de iluminación y el triunfo del bien sobre el mal.