CHAMANISMO Y BUDISMO EN MONGOLIA

Tradicionalmente, los chamanes buriat comienzan sus bailes y llamadas con las palabras: «Si el cisne alza el vuelo alguna vez, escuchadme, mis soldados del abedular, escúchame, mi Khudar con márgenes de abedul, escúchame, mi Oikon con bordes de agua.» Las orillas del río Khudar están cubiertas de abedulares y, hace mucho tiempo, en la islita de Oikhon, en el lago Bai- kal, Khori Tumed vio nueve cisnes que volaban desde el noroeste y que al quitarse sus vestidos de plumas se convirtieron en nueve hermosas muchachas que se bañaron desnudas en el lago.

Khori robó uno de los vestidos para que sólo ocho cisnes emprendieran el vuelo después de bañarse y se casó con el que se quedó, que le dio once hijos. Vivían muy felices, pero Khori Tumed no quería decirle a su esposa dónde había escondido su vestido de cisne, y un día ella volvió a implorarle: «Por favor, deja que me ponga mi viejo vestido. Si intento salir de casa con él, podrás cogerme fácilmente. No hay peligro de que me escape.»

Convenció a Khori Tumed, que le dejó probarse el vestido, y ella salió volando por el techo de su yurt (tienda de pieles). Khori Tumed la cogió a tiempo por los tobillos y le rogó que se quedara al menos el tiempo suficiente para dar nombre a sus hijos. Ella accedió y los once hijos se convirtieron en hombres. Después, Khori Tumed permitió a su esposa que se marchara y ella voló sobre la tienda repartiendo bendiciones hasta que desapareció por el noroeste.

Desde la llegada del budismo a Mongolia, en el siglo XIII, se han devaluado y perdido muchos mitos chamánicos. La figura budista mongola del «anciano blanco» representa lo que queda de una deidad chamánica, antaño orgullosa, que gobernaba cielos y tierra. Se dice que el anciano se convirtió en el transcurso de un encuentro con el Buda y que ahora actúa como ayudante del clero y defensor del sendero budista. Su cayado mágico no es más que un simple bastón.