OKUNINUSHI Y SUKANABIKONA-NO-MIKOTO

Un día, cuando Okuninushi estaba junto al mar en cabo Miho, en Izumo, vio un misterioso dios diminuto vestido con un traje de pieles luminosas de luciérnaga que estaba sentado en un pequeño barco hecho de hojas de batata. Un dios cojo llamado Ku-e-hiko le dijo a Okuninushi que era el hijo menor de Kamimusubi-no-kami. Okuninushi informó a éste del hecho y supo que se trataba de Sukanabikona-no-mikoto, que había caído del cielo mientras jugaba.

Se le pidió a Okuninushi que aceptara a este pequeño dios como su hermano, y así lo hizo. Se convirtieron en compañeros inseparables y continuaron trabajando para

limpiar la tierra del mal y clarearla para vivir en ella. Juntos introdujeron los gusanos de seda, el arte de tejer, nuevos cultivos y muchas hierbas medicinales. Los dos se convirtieron en protectores de la vida humana y la prosperidad.

Llegó un momento en que Sukanabikona-no-mikoto se fue en solitario a la isla de Awashima (Isla del Mijo), donde se había plantado un mijo que crecía de forma prodigiosa. Para tener una mejor vista, se subió a un tallo de mijo, el cual primero se dobló ante el peso del pequeño dios, pero luego volvió a enderezarse y lo catapultó sobre el mar hasta Tokoyo (País de la Eternidad), de donde nunca regresó. Esta pérdida hizo que Okuninushi estuviera muy triste durante largo tiempo, pero al final volvió a reanudar sus obligaciones él solo.