LA MONTAÑA DE LOS ANCIANOS

Esta es una historia que sucedió hace mucho tiempo en Japón. Una madre y un hijo vivían feliz mente, hasta que un día, el señor feudal, dio el aviso de que todos los viejos deberían marchar a «la montaña de los Ancianos», pues eran un estorbo para todos los demás.

El joven se indignó y se entristeció con la noticia y no quería despedir a su madre de esa manera pero la mujer no quería complicaciones para su hijo y le pidió que la llevara cargada sobre su espalda. Comenzaron la ascensión hacia la montaña y durante el viaje, la madre le pedía al hijo que le recogiera las hermosas flores que había en el camino, luego ella las iba tirando para que el muchacho no perdiese el rastro en la vuelta. Pero el joven no se pudo contener y se marchó corriendo hacia su casa para esconder a su madre en un baúl antiguo.

Otro aviso del señor feudal informaba que iba a poner a prueba el ingenio de todos sus habitantes. Mostró una pelota con dos agujeros, y les pidió que pensarán cómo podían pasar un hilo a través de los dos agujeros sin tocar la pelota. Quien no lo consiguiese se quedaría sin tierras. El joven volvió a su casa y le contó todo a su madre. Ella le pidió que le buscara una hormiga. Debía atar un hilo a ésta, meterla en un agujero de la pelota y luego poner un poco de miel en el otro agujero, así la hormiga caminaría de un agujero a otro para así comerse la miel. El hijo hizo lo que su madre le indicó y pasó la prueba del señor feudal. Gracias a la madre no perdieron las tierras.

Otro comunicado anunciaba una nueva prueba de ingenio, esta vez tenían que hacer una cuerda de cenizas, si no lo conseguían, perderían sus campos. Las esperanzas del pueblo estaban puestas en el joven. La madre le pidió esta vez una soga y le dijo que la pasara con mucho cuidado por el fuego, al terminar la soga quedó hecha de cenizas. El oficial que daba los avisos, estaba observando por la ventana de la casa, entró y los sorprendió a ambos. La madre dijo que en realidad todo fue su culpa pero el oficial les comunicó que ambos pagarían por no haber obedecido al señor feudal. El muchacho le dice al oficial que éste estaba equivocado, que los ancianos no son un estorbo, que por el contrario, la prueba de la pelota la pasaron gracias a su madre y que gracias a ella pudo hacer una cuerda de cenizas tal y como lo había ordenado el señor feudal.

El joven se enojó e insultó al señor feudal por haber enviado a sus padres a la montaña. Después, más tranquilo, pidió perdón al oficial por sus palabras. Este perdonó a su madre e hijo y pensó que no podía castigar a personas que habían demostrado tener tal ingenio, tanto por la prueba de la cuerda, como por la de la hormiga. Por este motivo, habló con el señor feudal para que recapacitase sobre la idea de que los ancianos en realidad no estorban y aportan la sabiduría aprendida por sus años de experiencia. Así, de esta forma, consiguieron que el señor feudal anulara tal mandato y ordenara regresar a todos los ancianos que estaban en la montaña.