LA CAZA EN EL ÁRTICO

Atraídos por la riqueza animal de la costa del Pacífico, los humanos comenzaron a cazar y a pescar en el litoral ártico hace aproximadamente 4.500 años. Los antropólogos denominan culturas de Dorset y de Thule a los primeros pobladores del Ártico central y oriental. Disponían de cayucos (kayaks), trineos y otros equipos imprescindibles para vivir en medio de la nieve. Los habitantes de la cultura de Thule cazaban ballenas y otros mamíferos marinos. Hace varios siglos se produjo un enfriamiento climático y sólo quedó abierto el mar contiguo a las corrientes cálidas del Pacífico.

Los actuales pueblos árticos -los inuit y los aleutianos- están estrechamente emparentados y pertenecen a la misma familia lingüística: la esquimo-aleutiana. Su aspecto físico es distinto al de otros aborígenes norteamericanos y se semejan mucho a los habitantes del lejano noreste asiático. Los aleutianos viven en las Aleutianas, archipiélago formado por cerca de cien islas yermas que se extienden entre Asia y América del Norte. Físicamente se asemejan a los inuit y, al igual que estos, cazan mamíferos marinos. Aleutianos e inuit han compartido la misma tecnología: empleaban cayucos, quemaban aceite de foca en lámparas de piedra y moraban en grandes casas comunales, parcialmente enterradas y con techo de madera de deriva o de barbas de ballena y tepes.

La diferencia consiste en que el Pacífico proporcionó a los aleutianos otro tipo de vida. Pescaban salmones, recogían mariscos y erizos, atrapaban pulpos entre las piedras, ingerían raíces comestibles y recolectaban bayas. Los aleutianos sostuvieron amplios contactos con los tlingit y otros pueblos de la región de la costa noroeste, situada al sur. Al igual que la de sus vecinos meridionales, la sociedad aleutiana estaba muy estratificada y la población se dividía en jefes, plebeyos y esclavos. Reconocían la riqueza material que dicha estratificación exigía.

Los inuit viven de un mar a otro a lo largo del casquete polar ártico. La totalidad de los pueblos inuit, desde los yuit de Siberia hasta los kallalit de Groenlandia, comparten la lengua y el estilo de vida. Los inuit de la inmensa región que abarca desde el río Mackenzie hasta la bahía de Hudson -incluidos los netsilik, los iglulik y los aivilik-llevaban el estilo de vida que el resto del mundo denomina «esquimal», pese a que a ellos les desagrada esta denominación. Para protegerse del frío vestían gruesas parkas o chaquetas, pantalones de cuero de caribú (con el pelo en contacto con la piel) o de piel de oso polar (con el pelaje hacia afuera) y botas de caribú o de piel de foca. Al igual que sus antepasados, empleaban trineos tirados por perros y construían provisionales casas de nieve (iglúes) cuando en invierno se desplazaban. El equipo de los inuit incluía gafas para protegerse del reflejo cegador del sol en la nieve y el hielo durante la primavera y el verano.

El año de los inuit se organizaba en torno a la caza. En invierno varias familias se reunían para ir a la búsqueda de la foca, la principal fuente alimentaria. Como necesitan respirar varias veces por hora, cuando el agua empieza a congelarse las focas mantienen abiertos varios respiraderos pequeños rascando el hielo por abajo. Los perros ayudaban a los inuit a localizar los orificios, a menudo ocultos por la nieve a la deriva, y en ocasiones los cazadores esperaban varias horas en medio del frío hasta que lograban alancear las presas.

En cuanto la nieve de la tundra se derretía, los nutridos campamentos formados durante el invierno se disgregaban, los inuit se esparcían por la tundra en reducidos grupos familiares y aprovechaban el fugaz pero intenso estallido de vida primaveral y estival. Atrapaban zorros y otros animales de caza menor, pescaban bacalaos en el mar, montaban encañizadas en los ríos para atrapar peces, capturaban pájaros y recolectaban huevos. Las focas se convertían en presa fácil cuando tomaban el sol sobre los témpanos de hielo y se congregaban en los territorios de reproducción y alimentación. Aparecían las ballenas beluga, ocasionalmente en grandes cantidades. La caza de la morsa era importante pues el marfil de los colmillos constituía un elemento imprescindible para fabricar herramientas y armas. Además, era el material ideal para tallar pequeñas y rebuscadas figuras de seres humanos, animales y espirituales, tradición que se remonta a la antigüedad. Algunos ponían rumbo sur y cazaban caribúes cuando cruzaban los ríos.

En agosto llegaban las primeras nieves persistentes y en septiembre se congelaban ríos y lagos. Los grupos familiares retornaban a la costa a la espera de la llegada del hielo, las focas y el larguísimo invierno.