RAÍCES DE LAS MITOLOGÍAS

Los mitos más significativos, desde el punto de vista espiritual, son los que hablan de las actividades de los dioses, sobre todo los mitos de creación del universo y del hombre, del origen de la muerte, animales y plantas, como el maíz y el tabaco.

Las gentes sólo narraban esos mitos en ciertos momentos del año y en circunstancias especiales. Los mitos de todo el año eran más de entretenimiento o educación, se contaban como lección moral y diversión, y por ello eran más flexibles en su interpretación y elaboración.

Todas las tribus compartían la creencia de que todo lo que se mueve está vivo. Por ello, para estos animistas, hay siempre un espíritu oculto en cada palo y cada piedra, árbol y animal, y todo objeto puede cambiar de forma con ligereza: la joven que se oculta de la luna se convierte en un montículo de tierra y un candil, en una piedra, un martillo, en un colgante de tienda, en un pelo o en un grano de tierra. Cada objeto puede actuar de acuerdo con su propia voluntad y tiene su propia existencia.

Esta forma de comprensión surgió como expresión directa de los sentimientos de impotencia de los humanos ante las misteriosas, poderosas y terribles fuerzas de la naturaleza.

Como dependían totalmente de ella, el miedo les hacía atribuir poderes sobrenaturales a los fenómenos naturales. Pueden luchar contra objetos naturales y vencerlos; pueden ofrecerles sacrificios, pedir protección. Pueden coger los más pequeños y usarlos como amuletos. Estos amuletos, o espíritus de objetos -una garra de búho o de oso, un trozo de cuerno de búfalo o de colmillo de morsa- pueden proteger contra las fuerzas hostiles si se usan sobre el cuerpo.

La vida en estas circunstancias tan rudimentarias hubiera sido una serie interminable de terrores de no haber contado con alguna defensa contra los espíritus malignos. Los diversos sortilegios, cantos y sacrificios, incluso el recitado de los mitos, ofrecía esperanza para contrarrestar las fuerzas del destino.