LAS LLANURAS

El interior del subcontinente norteamericano está formado por las inmensas llanuras y praderas que se extienden desde los bosques del sur de la antigua roca granítica del escudo canadiense -en el norte de Manitoba, Saskat-chewan y Alberta- hasta lLlanurasas tierras bajas de Texas y de las plegadas estribaciones orientales de las Rocosas hasta el valle del Misisipí. Las colinas se elevan cual extrañas islas en medio de un mar interior: las Colinas Negras, las Badlands de Dakota del Sur y las Sand Hills de Nebraska. Ocultos hasta que la pradera desciende bruscamente, los valles fluviales proporcionan agua, árboles, flora, fauna y amparo de los cortantes vientos de la pradera. En otra época grandes rebaños de animales, principalmente de bisontes (búfalos), se movían bajo el inmenso cielo y vivían de las abundantes hierbas de la pradera. Dada la ausencia de barreras naturales y de depredadores animales, los bisontes proliferaron por millones. Los seres humanos permanecieron junto a los ríos y al principio vivieron de los recursos de los valles, entre los cuales figuraban osos, ciervos, conejos y aves de caza. Cazaron bisontes a pie, atrapándolos en los barrancos o despeñándolos .

Hace aproximadamente un milenio algunos grupos migraron a las llanuras y las bandas nómadas comenzaron a asentarse en aldeas y convirtieron en vergeles las fértiles llanuras formadas por las crecidas de los ríos. Estas culturas prosperaron hasta entrar en contacto con los blancos. Con frecuencia los cambios climáticos impusieron adaptaciones al estilo de vida aldeano porque las sequías echaron a perder la cosechas de maíz. Cabe la posibilidad de que las aldeas también tuvieran que cambiar de sitio debido a la escasez de madera para construir refugios y encender hogueras o a guerras ocasionales. Los antepasados de los mandanes surgieron en el valle del curso medio del Misuri. A finales del siglo XII establecieron contacto con los ancestros de los arikaras y los pawnís, que migraron de los actuales Nebraska y Kansas para librarse de la sequía. Entonces se produjo la mezcla de culturas.

En la época de la llegada de los europeos, la mayoría de los grupos aborígenes habitaban en grandes aldeas valladas y formadas por viviendas de adobe que seguían el curso de los principales ríos. Los pawnees moraron en Nebraska, los arikaras en la mayor parte del actual Dakota del Sur y los mandanes en Dakota del Norte. Estos «hortelanos» fueron agricultores muy cualificados cuya vida seguía un ritmo muy parecido: en primavera plantaban, en verano y a principio del otoño se dedicaban a la caza del bisonte y recogían las cosechas antes de la llegada del largo invierno.

La vida en las llanuras cambió definitivamente cuando, en el siglo XVI, los españoles reintrodujeron el caballo, animal que en América del Norte se había extinguido hacía milenios. En primer lugar los pawnees y, a finales del siglo XVII, otras tribus de la región adoptaron el equino y empezaron a alejarse de los valles fluviales. A los agricultores les resultó más fácil llevar a cabo las cacerías estacionales de bisontes. Algunas tribus de los bosques, como los cheyenes, se trasladaron a las llanuras y se hicieron agricultores, pero con el caballo no tardaron en convertirse en cazadores de bisontes. Debido al aumento de los desplazamientos y al flujo migratorio a las llanuras, estallaron nuevas rivalidades por la tierra y los recursos.

El tipi fue un factor fundamental para la adaptación a una vida menos sedentaria. Esta vivienda cónica, inventada por los indios de los bosques del norte, encajaba perfectamente en el estilo de vida de las llanuras. Los postes y los cueros de bisonte con que se construía se desmontaban rápidamente y se trasladaban en estructuras de madera tiradas por caballos.

En el siglo XIX las llanuras se convirtieron en un paisaje cosmopolita. Un jefe ara-paho meridional declaró que había conocido romanches, kiowas, apaches, caddos, pawnees, crows, gros-ventres, snakes, osages, arikaras y nez percé, con los cuales se había comunicado en el lenguaje de señas que en el pasado cumplía la función de lengua franca de las llanuras.

La introducción del caballo supuso múltiples beneficios, si bien las armas ejercieron una influencia menos positiva. Provistos de armas, los algonquinos septentrionales y la Liga iroquesa se expandieron hacia el oeste en su intento de aprovechar el tráfico de pieles. Presionados por el este, a comienzos de la primera década del siglo XVIII los ojibwas desplazaron a los sioux de Minnesota y los obligaron a internarse en las llanuras. Por su parte, los sioux lucharon a lo largo del Misuri con los mandanes, los arikaras y los hidatsas.

Los caballos facilitaron la caza del bisonte y mediado el siglo XIX, la cantidad de bisontes cobrados por los cazadores indios aumentó espectacularmente. Cuando los blancos se sumaron a las cacerías, el animal estuvo al borde de la extinción, con lo cual los indios de las llanuras se vieron privados de unos de los principales recursos naturales.

Los asentamientos blancos, la guerra, las enfermedades y la desaparición del bisonte auguraron el fin de la existencia tradicional de los indios de las llanuras. Los pueblos que antaño habían recorrido libremente las grandes extensiones acabaron recluidos en reservas. En las llanuras la resistencia a la usurpación blanca fue mayor que en otras zonas, lo que dio por resultado la matanza de 200 sioux lakotas en Wounded Knee.