LA RENOVACIÓN DEL MUNDO

Para muchos aborígenes norteamericanos, los ritmos del universo se parecen a los de un tamborileo constante, ya que sólo se renuevan y se repiten mientras el tambor los interpreta. Para renovarse, los ritmos y los ciclos de la naturaleza requieren la participación humana mediante rituales que marcan momentos significativos del ciclo cósmico.

Muchos rituales de renovación tienen lugar en primavera y en otras fechas decisivas del calendario agrícola. Por ejemplo, los to-honos O'odham (papagos) del suroeste celebran en junio o julio la fiesta del aguardiente del saguaro a fin de prepararse para la llegada de las lluvias. La pulpa del fruto cosechado se recoge en cestas y las pieles se depositan en el suelo, boca arriba, para alentar a los espíritus a que las llenen de agua de lluvia. Parte del fruto se ingiere crudo y el resto se cuece hasta conseguir un espeso jarabe rojo que las mujeres guardan en frascos y almacenan. A medida que fermenta, un anciano lleva a cabo ritos secretos que, según suponen, convierten el jarabe en aguardiente. Varios días después los aldeanos se reúnen y durante las ceremonias de invocación de la lluvia lo beben para convocar las primeras precipitaciones de la estación.

Los pueblos de las llanuras realizan varias ceremonias y prácticas de renovación, como la danza con aros, durante la cual el danzante manipula varios aros, crea formas como el sol, la luna, el águila o la oruga y logra con gran habilidad la metamorfosis de una figura a otra. Los aros simbolizan los ciclos eternos de la naturaleza y el espíritu universal que une la totalidad.

La ceremonia de renovación más importante de las llanuras es la danza del sol, que tiene lugar anualmente. Celebrada desde finales de primavera hasta comienzos de verano, su objetivo principal consiste en que el pueblo renueve la fe en los espíritus que rigen el mundo. En el pasado creían que la danza del sol garantizaba la abundante provisión de bisontes para el año siguiente. Para la mayoría de los pueblos de las llanuras, la danza del sol no consiste en una representación única, sino en un ciclo de cuatro días durante los que llevan a cabo rituales y bailes sagrados que se relacionan con las fuerzas de la creación. Casi todas las danzas son prolongadas pruebas que suelen incluir la autoflagelación.

Los danzantes ayunan y bailan alrededor de un árbol sagrados varias horas al día. Durante la última jornada, los danzantes que han optado por la autoflagelación son sujetados al árbol mediante tiras de cuero con pinchos que se introducen en los cortes profundos abiertos en las carnes del pecho o la espalda. Han de soportar esta agonía a lo largo de las veinticuatro canciones de la danza, que duran varias horas. En el momento culminante del baile, los agotados danzantes suelen intentar liberarse de las ataduras y se arrancan los pinchos. Consideran que la danza tiene éxito si durante la prolongada prueba de resistencia el participante experimenta una visión.