LAS RESERVAS

En un primer momento, la creación de reservas en la época de la expansión blanca pretendía mantener a los indios totalmente separados de la sociedad blanca. Más adelante se abrigó la esperanza de que la marginación de la cultura nativa acelerase la incorporación de los indios a la sociedad dominante.

La concepción de zonas reservadas a los indios surgió de las «ciudades de la oración» del siglo XVII. En el sentido moderno, las primeras reservas se crearon en el noreste en las décadas inmediatamente posteriores a la independencia norteamericana. Aunque solían ser una parte de la patria de cada grupo, a medida que aumentó la demanda de tierra por parte de los blancos las autoridades renunciaron a las apariencias de mantener la integridad tribal. Milenios de adaptación cultural a entornos específicos quedaron anulados en pocas décadas, ya que los pueblos nativos de agricultores y habitantes de los bosques fueron reasentados en territorios desconocidos.

En 1825 el gobierno estadounidense concibió una solución definitiva para la «cuestión india»; la creación de un extenso país indio al oeste del Misisipí. Conocido oficialmente a partir de 1834 como territorio indio, la propuesta abarcaba los actuales Kansas, Oklahoma y partes de Nebraska, Colorado y Wyoming. Las primeras reservas estuvieron destinadas a los cinco pueblos desplazados del sureste. Durante cierto tiempo prosperaron y consiguieron un nivel de bienestar económico y de alfabetismo superior al de algunos estados vecinos. De todos modos, los trastornos producidos por la guerra de secesión a lo largo de los años sesenta del siglo XIX significaron la ruina económica. Al acabar la contienda, las tribus se vieron obligadas a firmar nuevos tratados y a ceder tierras a los grupos de comanches, kiowas y cheyenes, así como a pueblos apartados del norte. El futuro Oklahoma se convirtió en centro de más de 65 tribus y bandas distintas, en el que se mezclaron agricultores, cazadores, amigos, enemigos y forasteros.

La colonización blanca usurpó el territorio indio incluso antes de la guerra de secesión. Paulatinamente las «inviolables» tierras indias se convirtieron en estados y en 1907, cuando Oklahoma alcanzó esta condición, el territorio indio dejó de existir. En 1975, las 29 tribus de Oklahoma sólo controlaban 26.000 hectáreas.

La pérdida del territorio se acrecentó en virtud de la asignación de tierras tribales a propietarios individuales, medida destinada a acelerar la asimilación de los indios. La Ley Dawes de Distribución General de 1887 pretendía dividir las tierras tribales en parcelas de, como máximo, 64 hectáreas, política ajena a las tradiciones indias de descentralización. La consecuencia fue la desaparición de 38 millones de hectáreas de reservas. El último intento de desmantelar estas tierras tuvo lugar en 1953, cuando el Congreso estadounidense decidió volver a adquirir las tierras de las reservas. Antes de que esta política cayera en desgracia, 19 tribus perdieron más de 1 millón de hectáreas.

En las últimas décadas esta tendencia se ha invertido gracias a la resolución de algunos litigios territoriales. Ha habido notables acuerdos en Canadá que, aunque con menos severidad que en Estados Unidos, históricamente ha seguido un proceso parecido de confinamiento de indios en reservas. Según el acuerdo firmado a principios de los años noventa del siglo XX, los Territorios del Noroeste deben repartirse entre los indios del oeste (los denés y los métis) y los inuit del este.