EL ÁGUILA Y EL CACTUS

Según el mito mexica, entraron en el valle de México buscando los signos que les había indicado su dios Huitzilopochtli: un enebro blanco surgido de dos grandes rocas, con dos arroyos alrededor, uno rojo y el otro azul. Las cañas, juncos, ranas y peces que allí vivían eran de color blanco puro, por lo que Aztlan recibía el nombre de "lugar de blancura". Al ver estos signos, los sacerdotes mexicas y los líderes tribales, lloraron de alegría.

Anunciaron que Huitzilopochtli había cumplido su promesa y que sus migraciones habían finalizado. Esa noche, el dios habló de nuevo a los sacerdotes en visiones, diciéndoles cómo el corazón sacrificado de su sobrino había caído sobre una, piedra y que de él había brotado un cactus nopal muy hermoso.

Una gran águila se había posado sobre él y alrededor yacían las plumas multicolores de los pájaros que había matado y comido. Huitzilopochtli dijo que ese lugar se llamaba Tenochtitlán.

Al día siguiente, los ancianos y sacerdotes rebuscaron por la zona hasta que hallaron al águila perchada sobre un gran cactus de nopal, llevando entre sus garras un pájaro de plumas resplandecientes. Hicieron una reverencia al águila y ésta los saludó con respeto similar. Los líderes reunidos volvieron a llorar y dieron gracias al Señor de la Creación y a su propio patrón, Huitzilopochtli.