CREACIONES AZTECAS O SOLES

Los aztecas, como muchos pueblos mesoamericanos, creían que el universo había sido concebido durante una lucha entre los poderes de la luz y la oscuridad. Al principio estaba Ometeotl y Omecihuatl, los principios masculino y femenino de la dualidad. Su descendencia cósmica fueron los cuatro Tezcatlipocas: Tezcatlipoca rojo, o Xipe Totee, se asociaba con el Este; Tezcatlipoca azul o Huitzilopochtli, con el Sur; Tezcatlipoca blanco o Quetzalcóatl, con el Oeste; y Tezcatlipoca negro; con el Norte. Junto a ellos estaban los señores de la fertilidad, Tlaloc, el dios de la lluvia, y su consorte, Chalchiuhtlicue, la diosa del agua.

Una serie de peleas cósmicas entre estos dioses hermanos condujo a la creación y destrucción de los mundos sucesivos, esa idea tan típica en los mitos de creación mesoamericanos. Según las creencias aztecas, había cinco creaciones o "Soles", cada uno de ellos identificado con el cataclismo que lo engulló.

Al acabar estos mundos imperfectos, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se transformaron en dos grandes árboles y elevaron el cielo por encima de la tierra. Entonces, Quetzalcóatl descendió al mundo inferior y recogió los huesos de las personas ahogadas en el diluvio. La carne humana fue creada cuando los huesos fueron molidos y mezclados con la sangre penitencial de los dioses. Aunque la tierra estaba entonces habitada por los hombres, no había luz.

Los dioses reunidos en Teotihuacán determinaron impulsar la quinta creación, el mundo azteca. El dios Nanahuatzin se lanzó a un fuego y fue mágicamente transformado en el Sol naciente. Cuando se quedó inmóvil, los otros dioses sacrificaron su sangre para darle la energía necesaria para su viaje diario a través de los cielos. Este quinto mundo se denomina "Cuatro-Movimiento".