EL RESPLANDOR EN EL MUNDO Y EN LOS MITOS

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En la antigua Sudamérica, los pueblos andinos veían el mundo como imbuido con materia espiritual brillante: los cuerpos relucientes de los seres sobrenaturales, el destello del rayo, la nieve cegadora o el reflejo de los metales y minerales preciosos.

Las diversas tradiciones de los incas usaban esta imagen para iluminar sus mundos míticos. Si el lenguaje del mito utilizaba las metáforas de luz y color, también lo hacían así los artistas y los artesanos que trabajaban para emperadores y jefes. La alfarería de arcilla, las joyas talladas de conchas y piedras preciosas, los tejidos de algodón y decorados con plumas eran objetos cuyo significado derivaba de las cualidades espirituales de sus componentes.

De esta forma, el oro fue considerado como medio sagrado, aliado del brillo de los cristales, la plata y la luz del sol. El vertido de oro en los lagos era como la ofrenda de un tipo de brillo espiritual a los espíritus ancestrales que moraban bajo la superficie de las aguas. Estas mismas aguas habían fluido antes como ríos y se habían originado como lluvia que caía de los cielos sagrados.

Esta visión holística de un mundo brillante ayuda en parte a explicar el papel de la vara dorada en los mitos de creación incas, el océano Pacífico como madre de fertilidad y la elevación del nivel del mar hasta la cima de las montañas tal como aparece en los relatos legendarios del diluvio. También establece el mateo para la importancia recurrente del lago Titicaca como lugar de aparición y como metáfora de renacimiento espiritual.

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