DIOS DEL SOL, TRAVESÍA NOCTURNA Y LAS ESTRELLAS

Los antiguos creían que el dios del sol atravesaba los infiernos en su travesía nocturna, ilustrada en los voluminosos Libros de los Infiernos que están inscritos en los enterramientos reales del Imperio Nuevo con el fin de que el faraón pudiera unirse al ciclo solar en la vida de ultratumba.

Los Libros de los Infiernos están divididos en las doce horas de la noche, cada una de las cuales se centra en el dios sol en su barca, rodeado por los seres que habitan esa región. En una composición aparecen unas mil figuras: los difuntos bienaventurados, los demonios y deidades de la región y los condenados, que sufren tormentos infinitos. Cuando el dios del sol pasa por allí, saluda a los seres de cada hora, que le dan la bienvenida y reviven con la luz que irradia la divinidad.

Las descripciones son muy detalladas y ofrecen las dimensiones de los espacios que recorre. Su barca suele navegar por un sendero de agua, pero en cierto momento se desplaza por arenas sin fin, remolcada por una manada de chacales.

Algunas composiciones representan al dios sol, en mitad de la noche, descendiendo a las regiones más profundas de los infiernos y fundiéndose con el señor de ese mundo, Osiris. La imagen lleva las leyendas «Ra, que descansa en Osiris» y «Osiris, que descansa en Ra». Pero, mientras que Ra podía vincularse con Amón para dar una deidad con un solo nombre (Amón-Ra), Ra y Osiris presentaban diferencias fundamentales. Su breve asociación desembocaba en la renovación diaria, pero no era permanente.

El dios del sol tenía que luchar en el transcurso de la noche con su peor enemigo, la serpiente Apep, pero en las últimas horas penetraba en una serpiente de la que salía rejuvenecido y renacía el alba. El ciclo del sol se conmemoraba a diario en muchos templos, no sólo en los santuarios solares. Los sacerdotes celebraban el culto dentro del edificio y en el exterior se sabía poco de él.

Los puntos esenciales del culto se mantenían en secreto y se conocen gracias a ciertos testimonios a partir de 1100 a. C. y de época posterior. Se ocultaba el significado último de gran parte del ciclo solar. Un texto dice que el faraón, en calidad de sumo sacerdote, «conoce» ocho cosas sobre el sol naciente, entre ellas las «palabras que pronuncian las Almas de Oriente», los mandriles, animales que suelen chillar al amanecer. Sólo el faraón conocía el significado oculto de sus chillidos.

El dios del sol adoptaba múltiples formas durante su ciclo diario. Como dios de la mañana, podía ser un niño, pero por lo general era un escarabajo, Khepra. Este animal, que empuja una bola de estiércol de forma comparable a la del sol, simbolizaba la regeneración, el renacimiento y la transformación. A mediodía, el dios del sol se presentaba como Herajti-Ra, «Ra, Horus del horizonte», y se le representaba con frecuencia como una figura humana con cabeza de halcón rematada por un disco solar. Herajti era un dios antiguo, y la idea de un halcón que atravesaba el cielo en una barca se conocía desde la I dinastía. Herajti-Ra era el nombre más utilizado en los mitos sobre el papel del dios en la tierra.

El sol vespertino era Atón o Atón-Ra, con forma humana y la doble corona que llevaban los faraones. Su forma nocturna, con cabeza de carnero, era simplemente una figura pictórica sin nombre específico, pero se le denominaba «Carne (de Ra)», nombre que implica que la imagen era un vehículo para la presencia del dios del sol aunque no se lo identificara estrictamente con él.

Había otros dioses asociados a los cielos, y algunas deidades importantes a las estrellas o los planetas: Thot era la Luna; Set, Mercurio; y Osiris la constelación de Orión. Los mitos de la Eneada se representaban en los complejos movimientos de los cuerpos celestes, sobre todo los que cruzan la zona de los cielos por la que pasa el sol o que, como Venus, anuncian el amanecer.