La especialización divina

A medida que el mundo adquiere forma gracias a la actividad divina, los seres que encarnan las fuerzas espirituales tienden a perder sus características monstruosas y, aunque mantienen una posición y unos poderes sobrenaturales, entran en las categorías más familiares de animal y humano, masculino y femenino.

En la mitología griega, tras los primeros cataclismos cósmicos y la derrota de los titanes, los dioses y diosas olímpicos llevan una vida no demasiado alejada de la de los seres humanos. Al igual que los aristócratas de las sociedades civilizadas, adoptan funciones tan especializadas como las de protectores de las artes y los oficios, del amor y de la guerra. La atribución de funciones sociales a las divinidades cobra aún mayor relieve en la mitología romana, en gran medida una versión racionalizada de la griega.

En la nórdica, tras la muerte del gigante andrógino Ymir comienza una época en la que aparecen los dioses de la guerra, la música y las artes y las diosas de la fertilidad. En la religión maya, Itzamna, suprema deidad creadora, era el protector de la escritura y el aprendizaje, e Ix Chel o Señora del Arco Iris, la protectora divina de la medicina, la hilandería y los partos. Estas divinidades con diversas funciones se encuentran en culturas muy distintas.

En algunas de ellas la especialización divina es más una cuestión de lugar que de función. Los espíritus propios de un sitio concreto desempeñaban un papel importante en la vida de la comunidad. En el antiguo Japón, toda región, aldea y casa tenía su espíritu permanente, dotado de unos poderes que había que respetar.

También se asociaban a los espíritus los rasgos naturales insólitos, como rocas grandes de formas extrañas, árboles viejos o arroyos, algo que puede aplicarse asimismo a gran parte de África, Oceanía y Australia y al Tíbet y la Mongolia pre-budistas.

Existe una clara relación entre un elevado número de dioses y sobre todo de diosas y la fertilidad, desde la madre tierra de características generales hasta complejas figuras como la de Tlaloc y sus equivalentes femeninos de Mesoamérica.