LA DIOSA MADRE

La diosa madre en India es una figura de gran antigüedad que ha sobrevivido a lo largo de los tiempos en multitud de aspectos. Esencialmente, tanto suministra como destruye. Es el vientre de anchas caderas de la vida del que fluye la abundancia floreciente de la jungla. Es la "oscura" con la "larga lengua roja", con collares de esqueletos, que lascivamente toma la vida que ha dado a su retoño mortal. Su imagen ha soportado las muchas encarnaciones del hinduismo: hoy día puede verse como las deidades Durga y Kali, feroces destructoras de ignorancia e ilusión, así como en la imagen más benigna de Parvati, amada consorte del dios Siva.

En el centro del culto a la diosa madre está la mitología vegetal-lunar de la vida, la muerte y el retorno sin fin. Como la luna, que muere todos los meses para volver a nacer, las plantas y los animales de la selva renacen continuamente a una vida breve y llena de peligros, alimentándose de la muerte de otros antes de morir a su vez. El mito básico del rejuvenecimiento consiste en una divinidad masculina que es asesinada, cortada en rodajas y plantada en la arboleda de una aldea; se dice que de esta arboleda ha nacido el sustento del mundo. El asesinato tiene también como resultado la aparición de órganos sexuales cuando se come este sustento. El sexo y la diferenciación del hombre y la mujer serían, pues, algo surgido como resultado de este acontecimiento. Las dos caras de la diosa madre, sexo y muerte, son los dos principios de los que depende la siempre móvil rueda de la vida. El ritual que invariablemente subyacía en el fondo del culto a la diosa madre era el sacrificio.

Hasta hoy, en el festival de Kalighat en Calcuta se sacrifican hasta ochocientas cabras, y se apilan sus cabezas ante la imagen de la diosa Kali; por toda la India rural se sacrifican animales para satisfacer su insaciable apetito. El sacrificio humano fue prohibido por la ley solamente en 1835, y diversos relatos escritos hasta esa fecha describen una cultura popular en la que esos sacrificios prosperaban. Los "videntes" arios abstraían y simbolizaban el sacrificio, de modo que eventualmente el elaborado lenguaje y ceremonias de los brahmines se volvían tan significativos como la misma muerte.

Los orígenes de la diosa madre y de los sacrificios humanos y de animales que se llevaban a cabo en estos ritos con los que se la adoraba pueden remontarse a una época que precede a la llegada de los arios. Figurillas de terracota del segundo y tercer milenio a. C., encontradas en diversos yacimientos por toda India, muestran hembras con prominentes senos y caderas exageradas. Sus elaboradísimos tocados y joyería sugieren que pueden haber sido figuras de culto que fueron adoradas como diosas, precursoras de la poderosa representación de la feminidad que ha existido durante siglos y que aún se evidencia en la India de hoy.