KRISNA

Krisna es a la vez el más seductor y el más accesible de las principales deidades hindúes. Es un leal aliado de los seres humanos, y no se detiene ante nada para ayudar a sus amigos. Es también un astuto enemigo. Es el octavo avatar de Visnú, enviado a la tierra para combatir el mal y luchar por el bien, cada vez que el dharma (la rectitud) se ve amenazada por las fuerzas de la oscuridad.

La primera evidencia de un culto a Krisna en India aparece en textos y objetos de los siglos IV a II a. C. El Krisna de esta época es Krisna Vasudeva, probablemente una figura histórica que nació en Dwaraka. Sus heroicas aventuras le hicieron adquirir fama como guerrero y cabeza de su clan, yadava, cuyos territorios aumentaron con la creciente reputación de Krisna. Se cree que el héroe yadava se convirtió en el líder de un culto religioso, y se le definió como Bhagavat, "el bendecido", del que procede el nombre del Bhagavad Cita.

En el Mahabharata, sobre todo en el Bhagavad Gita, Krisna aparece normalmente como el perfecto aliado, hábil en la guerra y leal hasta el fin. Mata a sus enemigos con un apetito incluso mayor que el de los hermanos pandavas, en cuya ayuda acude.

Pero en algunos pasajes, Krisna no es totalmente virtuoso. A veces es travieso, sin escrúpulos y tramposo. No sólo los enemigos mortales son vencidos por Krisna: las deidades védicas Indra y Varuna se rinden ante su poder, e incluso Siva, el temible destructor, es vencido por él.

A medida que la reputación de Krisna crecía en los primeros siglos de nuestra era, las hazañas de otras deidades se le fueron atribuyendo a él. Cuando Krisna nació, escapó milagrosamente de su tío, que había ordenado que todos los niños recién nacidos debían morir. Cuando el pequeño Krisna fue rescatado, las aguas del río Yamuna se dividieron y a él le transportaron a salvo en una cesta hasta un lugar seguro; una historia que tiene claros paralelismos con las historias bíblicas de Moisés y Jesús.

Krisna es la principal deidad del movimiento bhakti que floreció desde h. 500 d.C. hasta h. 1500 d. C. Se le veneró como personificación del amor divino y como la expresión más traviesa del "juego divino" (lila).